a ras del viento

A RAS DEL SUELO, TRAS EL VIENTO, ANTE EL VIENTO, BORRANDO HUELLAS PARA QUE TODOS CREAN QUE ME INVENTO, ME DIFUMINO, SUCUMBO AL VIENTO.

a veces el viento sabe ser respetuoso

Alguien no ha sentido alguna vez que el viento le cuenta historias, le dice secretos, le silva algo bonito, le hiela la sangre, le alienta el miedo...

jueves, 18 de junio de 2009

El dia que leí que el alcohol era malo para la salud, dejé de leer.
Hata aqui todo bien. Ya veremso qué nuevos pasos me pide que de ahora

Publicado por Maria almeyda en 8:38

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Maria almeyda: Aunque nacida en 1948 no es mayor de edad. Le gusta viajar y las aventuras y la vida trepidante de las películas de acción. Pero lo vive todo a través de un medio sueño que tiene la facultad de parecer real, como en aquélla historia de ciencia ficción de la película "dias extraños". Es inconstante, un poco pendenciera, descreída, anclada en la financiación personal de los años sesenta. Aún no cree que se haya instaurado e impuesto una nueva moneda, y sigue llamando duros y pesetas a los euros y a los céntimos. Un día, de pronto, se sintió vieja y gorda, creyó que eso era producto de un mal sueño y dejó de dormir por unos dias. La constante de su vida, la escritura, no le deparó aún ninguna alegría porque sigue sin darse el crédito necesario para ello. cree que algún día sus hijos publicarán sus escritos, como en el gran guión de una novela fantástica y maravillosa. Se hará mayor cuando deje de soñar, así que dejemos que siga soñando. O mejor, despertémosla, para que ponga de una vez los pies en el suelo.

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Los mundos del escritor

El escritor debería conocer todos los mundos que viven fuera. Alguien que no participa de la vida colectiva del mundo que le rodea, que se aísla de la sociedad, que se diluye en la imaginación, aunque ésta sea fecunda e insaciable, no podría nunca escribir con propiedad de lo que pasa fuera, de cómo viven los seres humanos. Sin embargo, sabemos que es posible llegar a todo ese conocimiento a través del estudio y de la observación. ¿Cómo, de otro modo, se pudieron haber escrito libros tan espléndidos, historias tan contundentes, dolores tan profundos, dichas tan grandes, desde la oscura celda de un convento o en la reclusión diaria de una fantasía inagotable?

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