a veces el viento sabe ser respetuoso

Alguien no ha sentido alguna vez que el viento le cuenta historias, le dice secretos, le silva algo bonito, le hiela la sangre, le alienta el miedo...

jueves, 18 de junio de 2009

Si te abriera mi bolso te sorprenderías de la cantidad de cosas que llevo dentro. Son cosas que posiblemente nunca me harán falta, pero por si acaso las conservo en el orden caótico de un bolso grande y negro donde todo se resume en porquerías.
Llevo, como cualquier avestruz amaestrado que guarda en su gran pechuga la comida para comerla luego, dos patas de conejo con las que hacer milagros, el legado de un clérigo marica, la confesión de un arrepentido, la esquela mortuoria de una mujer muy rica. Y aparte de un sin fin de estupideces como lápices sin punta o cajas de cerillas, direcciones de amigos a los que no conozco o a los que había olvidado hace tiempo y me cuesta trabajo recordarlos, llevo algunos recuerdos que parecen pesadillas. Llevo la ropa de un mendigo que me asaltó en el barrio de los pescadores, el hambre de un hambriento que nunca se saciaba, la soledad de un solo en la esteparia tierra prometida. Casi todo lo que tengo vale nada pero igual lo conservo como un gran tesoro, como reliquias que nunca han de sacarme de un apuro. Las cerillas, por ejemplo, están mojadas. ¿Cómo podría solucionar mi frío? ¿Darle abrigo a las noches tan heladas? Si acaso busco algo y apuro la mirada tras las huellas de algún escarabajo, será la misma huella quien me dará la pista de lo que estoy buscando. Al lado de unos versos de Neruda, entre el confín de todo y al regreso de alguna poesía, una voz decadente como una letanía irritante y molesta me sigue preguntando. ¿Qué buscas hurgando en mi garganta? O ¿qué esperas encontrar buscando en mis harapos? Era un bolso parlante y yo no lo sabía.

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