a veces el viento sabe ser respetuoso

Alguien no ha sentido alguna vez que el viento le cuenta historias, le dice secretos, le silva algo bonito, le hiela la sangre, le alienta el miedo...

viernes, 27 de noviembre de 2009

domingo, 26 de julio de 2009

Hasta hace bien poco tuve mi casa llena de cacharros inútiles con alma,
de ridículas cajas que guardaban tesoros que nadie me robaba
y plantas trepadoras que absorbían el veneno del aire.
Tuve cómplices sin huellas y sin rostro que no dejaban vaho en los cristales
y palabras con eco que jugaban al corro y a las cuatro esquinas
y viento que las lanzaba divertidas por el cielo de las cosas perdidas.

Ya solo tengo miedo. Y dudas y quejas resabiadas
y un dolor infinito y una herida que no se cierra nunca.
Qué quieres que te deje si ya en mi testamento
no caben más palabras…

A veces la vida juega sin miedo, apuesta fuerte,
Consciente de que sus descosidos son apenas retazos de locuras,
Hilachos de algún dolor descolorido,
Que junto a un nuevo brote de ilusión, unidos,
Recompone en silencio un grito que guarda en al garganta.

sábado, 25 de julio de 2009

-“¿Y ahora, qué?”- Le preguntó con la mirada a la pared desnuda y blanca que tenía enfrente.

-“Ahora nada”- le contestó la pared fría e impasible.
-“Ahora intenta vivir de las rentas del brillo de unos ojos que querían llorar, y no podían”.

Se dio la vuelta y se quedó mirando al infinito gris de otra pared cercana, envuelta en sombras. La pared, vacía de sentimientos, le dio la espalda.
Lloró hasta el amanecer creyendo que lloraba, sin lágrimas, sin rabia, vaciándose hacia dentro como si el pudor al llanto pudiese más que la pena. Pero no lo hacía adrede. Nadie miraba, ni siquiera un espejo le devolvía la imagen de su paradoja.
Durante mucho rato sus manos distraídas resbalaban por la textura de la sábana formando surcos desairados, dibujando nombres sin sentido, de gente que jamás estuvo a su lado o de gente de quien quisiera estar cerca.
Más tarde se durmió, cuando la luna ya se despedía dejando paso libre al aliento del sol que rezumaba vida.

domingo, 12 de julio de 2009


¿Por qué permitió que hablara su voz, si solo su corazón tenía derecho?

Aunque habría sido inútil, pues el corazón no sabe hablar. Tan solo gesticula imprecisiones en el interior del pecho y, como a muchos mudos, nunca se les entiende lo que dice cuando pretenden hablar a toda costa.

martes, 30 de junio de 2009

Me gustaría ser pez, para nadar
Y alga para pegarme a las orillas
Y buitre para saciarme de carroña.
Pero apenas puedo ser lo que aún no soy:
Ni la nube ni el mar. Ni el burro ni la noria.

lunes, 29 de junio de 2009

Cuando no hay otros ruidos que los del silencio, todo cruje en la vieja casa.
Parece que los muebles se quiebran y se quejan con la debilidad de una tos de viejo con los pulmones como piñones y negros de nicotina.
Y las paredes estallan, se agrietan doloridas de soportar tantos años la misma silueta, erguida pero destartalada.
Cuando no hay otros ruidos que los del silencio, solo los fantasmas se atreven a hacerme compañía
…Y llueve.
Con un cántico hermoso que la memoria ya ni recordaba, insistente y tenaz cae la lluvia ávida de tierras y pantanos, de verdores espesos, de caudales rabiosos, llueve…
…Como en los viejos tiempos en que las estaciones eran cuatro y ninguna escatimaba su eficacia y cumplían a rajatabla su tiempo de trabajo y su hora holgazana, llueve…
…Con imperiosa fuerza la tormenta me tiene acorralada, parapetada detrás de los cristales, y después, con suavidad de caricia embaucadora disminuye el torrente de su ira y llueve mansamente, como si al fin sus fuerzas se viesen agotadas… Y ya no llueve.
Tuvo una vida breve la lluvia esta mañana.

miércoles, 24 de junio de 2009

Teníamos quince años cuando nos separamos. Y además de tener la misma edad, compartíamos gustos idénticos, aficiones parecidas en cuanto a música y literatura, e incluso nos gustaba el mismo chico que nos daba celos a las dos alternando sus salidas con una y con otra indistintamente, el muy canalla.
Teníamos treinta años cuando nos volvimos a encontrar. Ella estaba casada, tenía dos niñas, vivía cerca de mí, en otro barrio menos seguro, más hospitalario. Ella tenía una casa llena de ruidos, de risas y peleas infantiles, de silencio confortable con paz de madrugada y de amor bien ganado a base de pequeñas guerras individuales en las que casi siempre salía ganando.
Yo tenía un silencio estático y uniforme en un apartamento de lujo, un par de cigarrillos a medio consumir apagados en el cenicero de plata, una copa vacía, un libro abierto sin leer, una cama que se llenaba de apatía cada noche. Y sólo alguna vez, de vez en cuando, una pasión que pasaba desapercibida me dejaba su nombre y su teléfono en la agenda de las causas perdidas.

martes, 23 de junio de 2009


Era alta, delgada, extremadamente pálida y huesuda. Y bellísima. Me tendió una mano para entregarme un sobre con los resultados de los últimos análisis y al hacerlo rozó con descuido mis dedos ansiosos. Y era, además, el tacto más frío, impávido e indiferente que pude haber tocado nunca.

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños mientras él seguía embebido en la contemplación de los jugadores que corrían como demonios vestidos de corto y colorines listados.
Los duché y les coloqué sus pijamas. Les leí un cuento, les canté una canción, les hice cosquillas tapándoles la boca para acallar sus carcajadas. Los mantuve a raya hasta que se durmieron y bajé de nuevo a la sala, en la que aún la oscuridad rodeaba un cuadro de luz que se movía y parpadeaba siguiendo las carreras frenéticas de aquél grupo de hombres disfrazados de enajenados mentales.
Me senté junto a él y me enfrenté a mi futuro.

viernes, 19 de junio de 2009

Como duele el tacto seco de la astucia
como duele adivinar al curandero los trapos sucios
de su sabiduría;
como duele el alcohol en la resaca amarga de sus tragos
y en la carne abierta de la herida
así me dueles tú.
Como duele soñar cuando de nada sueño
ni tan siquiera los sueños son verdad,
como duelen las espinas que se clavan en la sangre,
como duele el silencio y el olvido y el rumor y el ruido
las pisadas de nadie
así me dueles tú.
Como duele la luz en los ojos heridos
o la mano que pega sin razón ni motivo
como duele la risa que se burla del miedo
como duele que nadie te reclame los besos
así me dueles tú.

Así me dueles tú.
Como la herida abierta en la herida, atravesada en la herida, hundida en la herida
sangrada en la herida, silenciosa en la herida y sin llantos ni miedos
pero con pena herida, así me dueles tú.
La noche del cometa.

Aquella era una noche extraña, aunque parecida a todas las anteriores por el denso calor del ambiente que hacía insoportable permanecer en el interior de las casas. Y en la calle, continuas vaharadas de aire caliente penetraba por todos los rincones alterando los instintos, pero era grato caminar por la acera descongestionada de gente a aquélla hora en la que solo los grillos permanecen alerta, y desde los cercanos jardincillos los aromas se desprenden de los pétalos húmedos, recién regados y exhalando sus más delicados perfumes.
Habían pasado muchas noches entra ésta y aquélla otra que no consigue olvidar aunque lo intenta, pero no había sucedido nada reseñable; sólo que creyó morir, que su reloj se paraba, que la vida había dejado de tener importancia. Pero nada fuera de lo previsible. Había subido la temperatura, el cielo parecía elevado sobre sí mismo, intensamente negro y estrellado. Tenían un brillo especial las luces de las farolas que alumbraban la calle a intervalos de suspiro y parsimonia, y hasta el silencio parecía estar expectante por algo insólito que estaba por ocurrir.
Con todos los sentidos atentos, reflexionaba en la grandiosidad de aquélla noche percibiendo la presencia intocable en la inmensa bóveda brillante y negra cuajada de estrellas que se sostenía sobre el mundo, y se sintió pequeña hasta lo excepcional, insignificante y nula. Ningún ser humano podría jamás ser tan importante y perfecto como la emoción de aquél grandioso silencio en el que sólo los latidos de la noche se podían percibir a través de los sentidos.
Y entonces fue cuando lo vio mayestático y hermoso ante la nebulosa de su estela plateada. Solo, errante por los siglos de los siglos, diluido en el cosmos de una fantasía que aquélla noche se empeñaba en sentirlo cercano, como un amigo al que estuviera esperando y que por fin llega. Y supo que un hombre solo, una mujer, solos bajo aquélla noche, como estrellas sin luz y extraviados entre millones de estrellas, no son nada. Apenas dos migajas de una nada enorme, perdidos en una fabulosa soledad desértica.
Y sintió algo indescriptible en su interior, como si de pronto se reconociera en una edad lejana, cuando aún se sabía una romántica incorregible, cuando aún era rebelde y subversiva y guerreaba en las calles y portaba estandartes y gritaba consignas, porque sabía que vivían en un mundo imperfecto y soñaba con hacer otro maravilloso, como si de la nada de un sueño se pudieran cambiar tantas cosas…
…Y dejó atrás el perfume de los jardines con sus jazmines y sus albahacas, y el canto chirriante de los grillos que de nuevo se hicieron dueños del silencio, y los pequeños ruidos que se filtraban desde las cocinas cercanas con el susurro de sus cacerolas y el choque fortuito de los cubiertos… Y comenzó a elevarse sin despegar los pies del suelo hasta alcanzar al cometa que la esperaba solo en las alturas, en la estrellada negritud del firmamento.


jueves, 18 de junio de 2009

Si te abriera mi bolso te sorprenderías de la cantidad de cosas que llevo dentro. Son cosas que posiblemente nunca me harán falta, pero por si acaso las conservo en el orden caótico de un bolso grande y negro donde todo se resume en porquerías.
Llevo, como cualquier avestruz amaestrado que guarda en su gran pechuga la comida para comerla luego, dos patas de conejo con las que hacer milagros, el legado de un clérigo marica, la confesión de un arrepentido, la esquela mortuoria de una mujer muy rica. Y aparte de un sin fin de estupideces como lápices sin punta o cajas de cerillas, direcciones de amigos a los que no conozco o a los que había olvidado hace tiempo y me cuesta trabajo recordarlos, llevo algunos recuerdos que parecen pesadillas. Llevo la ropa de un mendigo que me asaltó en el barrio de los pescadores, el hambre de un hambriento que nunca se saciaba, la soledad de un solo en la esteparia tierra prometida. Casi todo lo que tengo vale nada pero igual lo conservo como un gran tesoro, como reliquias que nunca han de sacarme de un apuro. Las cerillas, por ejemplo, están mojadas. ¿Cómo podría solucionar mi frío? ¿Darle abrigo a las noches tan heladas? Si acaso busco algo y apuro la mirada tras las huellas de algún escarabajo, será la misma huella quien me dará la pista de lo que estoy buscando. Al lado de unos versos de Neruda, entre el confín de todo y al regreso de alguna poesía, una voz decadente como una letanía irritante y molesta me sigue preguntando. ¿Qué buscas hurgando en mi garganta? O ¿qué esperas encontrar buscando en mis harapos? Era un bolso parlante y yo no lo sabía.

El dia que leí que el alcohol era malo para la salud, dejé de leer.
Hata aqui todo bien. Ya veremso qué nuevos pasos me pide que de ahora